inicio LA BORRIQUITA -GUADALCANAL-: diciembre 2011

sábado, 24 de diciembre de 2011

NACIMIENTO DE JESÚS



He visto que la luz que envolvía a la Virgen se hacía cada vez más deslumbrante, de modo que la luz de las lámparas encendidas por José no eran ya visibles. María, con su amplio vestido desceñido, estaba arrodillada en su lecho, con la cara vuelta hacia el Oriente. Llegada la medianoche la vi arrebatada en éxtasis, suspendida en el aire, a cierta altura de la tierra. Tenía las manos cruzadas sobre el pecho. El resplandor en torno de ella crecía por momentos. Toda la naturaleza parecía sentir una emoción de júbilo, hasta los seres inanimados. La roca de que estaban formados el suelo y el atrio, parecía palpitar bajo la luz intensa que los envolvía. Luego ya no vi más la bóveda.

Una estela luminosa, que aumentaba sin cesar en claridad, iba desde María hasta lo más alto de los cielos. Allá arriba había un movimiento maravilloso de glorias celestiales, que se acercaban a la tierra y aparecieron con toda claridad seis coros de ángeles celestiales. La Virgen Santísima, levantada de la tierra en medio del éxtasis, oraba y bajaba la mirada sobre su Dios, de quien se había convertido en Madre. El Verbo Eterno, débil Niño, estaba acostado en el suelo delante de María.

Vi a nuestro Señor bajo la forma de un pequeño Niño todo luminoso, cuyo brillo eclipsaba el resplandor circundante, acostado sobre una alfombrita ante las rodillas de María. Me parecía muy pequeñito y que iba creciendo ante mi mirada; pero todo esto era la irradiación de una luz tan potente y deslumbradora que no puedo explicar cómo pude mirarla. La Virgen permaneció algún tiempo en éxtasis; luego cubrió al Niño con un paño, sin tocarlo y sin tomarlo aún en sus brazos.

Poco tiempo después vi al Niño que se movía y lo oí llorar. En ese momento fue cuando María pareció volver en sí misma y, tomando al Niño, lo envolvió en el paño con que lo había cubierto y lo tuvo en sus brazos, estrechándolo contra su pecho.

Se sentó, ocultándose toda Ella con el Niño bajo su amplio velo y creo que le dio el pecho. Vi entonces en torno a los ángeles, en forma humana, hincándose delante del Niño recién nacido, para adorarlo. Cuando habría transcurrido una hora desde el nacimiento del Niño Jesús, María llamó a José, que estaba aún orando con el rostro pegado a la tierra. Se acercó, prosternándose, lleno de júbilo, de humildad y de fervor. Sólo cuando María le pidió que apretara contra su corazón el Don Sagrado del Altísimo, se 
levantó José, recibió al Niño entre sus brazos y derramando lágrimas de pura alegría, dio gracias a Dios por el Don recibido del cielo.
 
María fajó al Niño: tenía sólo cuatro pañales. Más tarde vi a María y a José sentados en el suelo, uno junto al otro: no hablaban, parecían absortos en muda contemplación. Ante María, fajado como un niño común, estaba recostado Jesús recién nacido, bello y brillante como un relámpago. "¡Ah, -decía yo- este lugar encierra la salvación del mundo entero y nadie lo sospecha!"

He visto que pusieron al Niño en el pesebre, arreglado por José con pajas, lindas plantas y una colcha encima. El pesebre estaba sobre la gamella cavada en la roca, a la derecha de la entrada de la gruta, que se ensanchaba allí hacia el Mediodía. Cuando hubieron colocado al Niño en el pesebre, permanecieron los dos a ambos lados, derramando lágrimas de alegría y entonando cánticos de alabanza. José llevó el asiento y el lecho de reposo de María junto al pesebre. Yo veía a la Virgen, antes y después del nacimiento de Jesús, arropada en un vestido blanco, que la envolvía por entero. Pude verla allí durante los primeros días sentada, arrodillada, de pie, recostada o durmiendo; pero nunca la vi enferma ni fatigada.


        LA ASOCIACIÓN PARROQUIAL DE LA SAGRADA ENTRADA DE JESÚS EN JERUSALÉN Y NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO Y PALMA OS DESEA

FELIZ  NAVIDAD

lunes, 19 de diciembre de 2011

CENA DE NOCHE BUENA





Las familias cristianas se suelen reunir en la noche del 24 de diciembre, víspera de la Navidad, y hacer una cena muy abundante. Se acostumbra comer pavo y otros platillos propios de esta época. Se trata de que sea una cena especial, distinta a la de todos los días, ya que se está celebrando el Nacimiento del Hijo de Dios. Esta costumbre nació en Europa y simboliza la abundancia que Cristo nos trae con su llegada. 

Antes de la cena, la familia se reúne junto al Nacimiento y para realizar la ceremonia de arrullar y acostar al Niño Dios. 

Debemos vivir las tradiciones y costumbres navideñas con el significado interior y no sólo el exterior para preparar nuestro corazón para el nacimiento de Jesús. 

jueves, 15 de diciembre de 2011

ORIGEN DEL ÁRBOL DE NAVIDAD


En los ritos y celebraciones de la vida, y las del Nacimiento de Dios lo son por excelencia, no puede faltar el árbol, gran símbolo de la vida. Recordemos en el paraíso el Árbol de la vida. Recordemos también que en las religiones animistas el árbol era la gran divinidad a la que rendían culto: en especial elroble (robur róboris; el mismo nombre que significa "fuerza").
Entre las mitologías germánicas está el mito del árbol plantado en medio de la tierra, cuyas ramas alcanzan el cielo y en ellas están colgadas las estrellas que brillan por la noche. Ahí tenemos probablemente el más remoto origen de las luces del Árbol de Navidad, que si bien pudo verse en los antiguos grabados mitológicos, no pudo llevarse a la realidad en su primer formato hasta el siglo XVIII en quie los sopladores de cristal de Bohemia idearon las bolitas que reflejaban el resplandor de las velas, candiles y hachones. La electricidad hizo finalmente posible que el árbol tuviera luz propia sin riesgo de incendio. Esa es la versión de la mitología germánica del Árbol de Navidad.
La versión cristiana, en cuanto a sus adornos, tiene su referente mítico en el Árbol de la Vida, que era portador de todos los frutos que el hombre pudiera apetecer; incluido el más preciado, el de la inmortalidad. El día del Nacimiento de Dios, es decir el día de Navidadgozan todos del privilegio único de ver satistechos sus deseos acariciados durante todo el año, ofrecidos como fruto por el Árbol de Navidad. Es el momento de resarcirse de la austeridad que impone la vida el resto del año.
Hay varias leyendas germánicas en que se fundamenta la práctica de introducir en las casas el Árbol de Navidad convirtiéndolo en el eje en torno al que giran estas fiestas. La más antigua se remonta al siglo VIII y está relacionada con San Bonifacio, el evangelizador de Alemania. Cuenta su hagiografía que viendo un día que los druidas a los que intentaba convertir al cristianismo persistían en su adoración al gran roble del bosque, decidió derribarlo el santo. En su caída estrepitosa acabó con cuantos árboles y arbustos había a su alrededor; sólo un humilde abeto quedó incólume. San Bonifacio interpretó esto como una señal del cielo que predestinaba al abeto a ocupar en la vida de los cristianos el lugar que había ocupado el roble en la de los druidas; pero sin los caracteres idolátricos que entre éstos tenía.
Otra formulación de la leyenda es que San Bonifacio, en uno de sus viajes, se topó con un grupo de paganos alrededor a un gran abeto en el momento en que iban a sacrificar un niño en honor al Dios Thor. Para detener el sacrificio y salvar al muchacho, San Bonifacio derribó el árbol con un poderoso golpe de su puño. Les explicó el santo que aquel abeto había cedido a la débil fuerza de su puño porque estaba llamado a ser el árbol de la vida, y no consentía convertirse en el altar de un sacrificio de muerte.

Otra leyenda, ésta adaptada a la iglesia protestante, explica que Martin Lutero estaba caminando por un bosque en la víspera de Navidad, cuando se sintió deslumbrado por la belleza de millones de estrellas que brillaban a través de las ramas de los árboles. Esa imagen de la belleza del bosque iluminado por las estrellas, le hizo concebir la idea de trasladarla a la ciudad. Arrancó pues un pequeño abeto y se lo llevó a casa. Para recrear la misma belleza que había vislumbrado en el bosque, colgó de sus ramas gran número de bujías (pequeñas velas). El resultado fue tan sorprendente, que fue imitado cada vez por más familias hasta que se extendió esta costumbre por toda Alemania.

Con el paso de los siglos, dice esa misma tradición, decayó la costumbre del Árbol de Navidad, pero después de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) los suecos volvieron a introducir en Alemanaia esta tradición. A lo largo del siglo XIX se extendió esta bella costumbre por toda Europa, empezando por Austria, Gran Bretaña y Francia. Y continuó su expansión alcanzando a España ya en el siglo XX.


martes, 13 de diciembre de 2011

El origen del portal de Belén


El origen del portal de Belén se remonta a 1223. Su creador fue San Francisco de Asís, según cuenta la historia. En la Navidad del citado año, se encontraba en la ermita de Greccio sin poder regresar a su ciudad. Embargado por la nostalgia, decidió construir un escenario allí que recordase al nacimiento de Jesús, además de un grupo de pastores en actitud de adoración. Lo que comenzó como una distracción pronto atrajo a numerosos curiosos. Algunos quisieron imitarle. La idea se propagó por toda Italia, y al año siguiente ya había portales de Belén en muchos pueblos.

En el siglo XV, el portal adquirió por fin dimensiones más reducidas, para ser adaptado a los hogares. Fue en Nápoles donde se construyó el primer portal, hecho con figuras de barro. El monarca Carlos III fue uno de los principales impulsores de su introducción en España. Cuando los primeros frailes cristianos llegaron a América, también llevaron consigo esta tradición.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

INMACULADA CONCEPCIÓN


El 8 de diciembre, celebramos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, que es el dogma de fe que declara que por una gracia singular de Dios, María fue preservada de todo pecado, desde su concepción.

La concepción es el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia orgánica procedente de los padres. La concepción es el momento en que comienza la vida humana. Cuando hablamos del dogma de la Inmaculada Concepción no nos referimos a la concepción de Jesús quién, claro está, también fue concebido sin pecado. El dogma declara que María quedó preservada de toda carencia de gracia santificante desde que fue concebida en el vientre de su madre santa Ana. Es decir María es la “llena de gracia” desde su concepción.